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Evaluar lúdica y reflexivamente (I) – Angélica Sátiro

Autor: Angélica Sátiro

Fecha de publicación en Neuronilla: 06/01/06

Introducción

En general, la evaluación es una amenazadora herramienta de control disciplinador, en el peor de los sentidos. La disciplina en sí misma no es perjudicial, al contrario, ya que posibilita la libertad. Alguien incapaz de disciplinarse es esclavo de sus propios instintos.

Veamos algunos ejemplos que nos permitan seguir con nuestra reflexión: un pianista puede estudiar incluso más de 18 horas en un día, con el fin de componer el movimiento musical concebido. Lo mismo sucede con un místico que pretende, a través de sus incansables prácticas, alcanzar los distintos estadios de conciencia. Un científico comprometido con su investigación se entrega totalmente a ella hasta extraer las conclusiones necesarias. Ocurre otro tanto con escritores que invierten horas en perfeccionar un mismo párrafo. Podríamos seguir enumerando ejemplos, pero los expuestos ya son suficientes para que nos planteemos ciertas cuestiones: ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué son tan disciplinados y se entregan tanto a aprender? La respuesta no es tan difícil: encuentran un sentido a lo que hacen. Ese sentido hace que se apasionen por su labor, porque sienten placer, lo que ayuda a superar los momentos duros que todo proceso de aprendizaje conlleva.

Por lo tanto, ¿quién necesita de control disciplinador y métodos coercitivos en ese proceso? Y, ¿quién considera que ha de recurrir a esos sistemas para forzar al otro a aprender, incurriendo en el abuso de poder en algunas ocasiones? Parece obvio que son aquellos profesionales de la enseñanza que no tienen en cuenta la pasión, el placer y el sentido del acto de aprender.

¿Qué ha llevado a estos profesionales a no considerar factores tan esenciales, incluso vitales? ¿Y por qué se reincide en esta postura, sabedores todos de que existen otras vías?

Estas constataciones y estos cuestionamientos motivaron la investigación sobre la que trata el presente capítulo. Lo que aquí se presenta es la síntesis de una indagación realizada en función de la certeza de que la cuestión de la evaluación requiere muchos estudios meticulosos y multidisciplinares. Por lo tanto, la propuesta de evaluación figuro-analógica no pretende dar “la respuesta”, ni señalar “el camino a seguir”, sino ofrecer una alternativa para instar al lector a que siga investigando y creando nuevos sistemas de evaluación.

La problematización de la práctica de la evaluación en las escuelas es el origen y la continuación de esta investigación. Es en aula donde deben formalizarse las transformaciones, ya que es un espacio privilegiado para aprendizajes individuales y colectivos. Pude iniciar, formalizar y sistematizar esta investigación, ya que disponía de la posibilidad de llevar a cabo pruebas prácticas en un campo apropiado, cuando ejercía de coordinadora del Programa de Filosofía para Niños, en las escuelas brasileñas del Grupo Pitágoras. Gran parte del personal docente de dichas escuelas aceptó la propuesta, practicó con sus alumnos y ayudó a componer más actividades orientadas en la misma dirección. Probablemente sin su apoyo, esta propuesta no habría alcanzado el grado de desarrollo que presenta hoy. Desde 1991, esta línea es presentada en Congresos

Nacionales e Internacionales de Educación y de Filosofía. Diversos profesores en Brasil, Portugal, Argentina y España están ingeniando, desde esta perspectiva, nuevas formas de evaluar, de parvulario a secundaria, lo que prueba la universalidad de esta alternativa. Ha sido en Catalunya donde mejor acogida ha tenido esta propuesta y donde ha podido desarrollarse y profundizarse, de ahí que este libro haya visto aquí la luz.

Angélica Sátiro es escritora y educadora 

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