Autor: Agustín de la Herrán Gascón
Fecha de publicación en Neuronilla: 21/05/03
Casi todos los docentes muestran una disposición favorable hacia la creatividad. Pero la verdad es que no todos saben en qué consiste, ni cómo desarrollarla en su aula. A la hora de percibir su significado y funcionalidad, la creatividad educativa se contamina con la creatividad del genio, del director de cine, del pintor, del investigador, del modisto, del empresario con éxito…
En la escuela, como en la sociedad, coexisten inmadurez generalizada, confusión y valores planos. La ausencia de profundidad, que coincide con la ausencia de norte, también ha seducido a la creatividad. A juzgar por los resultados globales, diríase que sociedad y creatividad, o están desorientadas, o aciertan plenamente en los entornos y sistemas más claramente egocéntricos. Si se perciben desde la dimensión de la posible evolución humana, se descubre que han podido perder de vista a la conciencia. Hacen camino al andar, ciertamente, porque no hay camino. Pero hay brújula.
Creatividad superficial
La producción creativa y los grandes y reconocidos autores de creatividad pueden ser un estorbo y unos taponadores para la madurez personal y para la propia creatividad. Se deduce de esto que la creatividad tiene ramas aireadas y raíces ocultas que, de tan presentes, pasan desapercibidas. Normalmente ocurre que, cuando se aborda este tema, nos quedamos y nos vamos por las ramas, como hacen las ardillas. No se pretende otra cosa. Con frecuencia dejan de estar presentes las raíces y el eje del tallo. En consecuencia, se anhela, se educa y se demanda creatividad superficial o una creatividad del qué, del cómo, del con qué, del quién, del cuánto, del cuándo, etc. Las empresas y los sistemas organizados para la rentabilidad podrían conformarse con esto, pero la educación, ¿cómo puede conformarse con tan poco?.
El niño de corta edad aprende, descubre y crea. El resultado es un desarrollo madurativo. En el adulto, la creatividad no indica madurez personal (J.J. Zacarés, y E. Serra Desfilis, 1997). Incluso suelen darse casos de alta creatividad y notable egocentrismo. Cuando esto se da en el profesorado, la enseñanza, la formación y el desarrollo profesional pueden lastrarse de un modo importante (A. de la Herrán, e I. González, 2002). Esta ruptura entre creatividad y crecimiento interior no es compensada por la educación. Pero, si con la educación se pretende formación, o sea, construcción interior y evolución personal, no le debería resultar un problema tan lejano.
Creatividad más plena o total
La diferencia entre la creatividad superficial y la más profunda, plena o totalizada es que la primera se ocupa de objetos y se centra en las acciones, mientras que la segunda crea al propio ser desde un acto autoconsciente. Este crearse precisa una excelente formación, presencia de conciencia, ausencia de egocentrismo y voluntad mantenida por mejorar, por ser más para ser mejores. O sea, por y en definitiva para capturar una visión amplia y generosa, y un intento de crecimiento interno y de transformación social orientado al mejoramiento de la vida humana. A él debería apuntar fundamentalmente la educación, porque esto es formar humanidad, y no tanto otra aspiración menor, quizá más interesante, pero menos útil, como diría Laotse.
Una clasificación evolucionista de la creatividad
Para una mejor ilustración, de lo anterior, distinguiremos entre tres clases de creatividad:
- Creatividad puntual o espontánea-. Aquella que tiene lugar desde una actuación aislada o incluso casual, y que no obedece a finalidades conscientes más elaboradas. El término puntual equivale a relativamente inconexa. Emerge por los conocimientos previos y la circunstancia. Suele referirse a asuntos propios del presente. Su proceso básico es el descubrimiento, el hallazgo novedoso. En el mejor caso se califica como brillante, útil, extraordinaria.
- Creatividad sistémica o parcial-.Aquella polarizada al interés limitado de un sistema determinado (personal, ideológico, institucional, etc.), que adopta como referente prioritario. El calificativo parcial hace referencia a su sesgo inherente y a la presencia de otras opciones análogas. Gravita en torno al egocentrismo individual o colectivo. Suele ocuparse de temáticas circunstanciales planificadas, funcionales y futuribles. Su proceso básico es la productividad. Desde ella se pretende la creatividad rentable en función del tener más y el bienestar.
- Creatividad evolucionista o total-. Aquella que adopta como dimensión fundamental la posible evolución humana (madurez personal, mejora social, generosidad, convergencia social, humanización, etc.), y en función de ella coloca los intereses menores o parciales. La palabra total se refiere al imperativo de favorecer la evolución humana, individual y colectivamente, considerándola sobre cualquier otra finalidad particular, sesgada, parcial o sistémica, o colocando en función de ella la pretensión fundamental de cualquier otra.
Esta aspiración no es una dualidad más, no se opone a ninguna, porque puede resultar englobadora de toda opción parcial. Tiene lugar desde una autoconciencia más compleja. Suele ocuparse de cuestiones perennes, no propias de espacios y plazos determinados. Su proceso básico es el trabajo para el crecimiento mental (A. Blay Fontcuberta, 1992). Su realización es la mejora social, en términos de ser más (P. Teilhard de Chardin, F. Rielo, J. Muñoz) para ser mejores (M. Gascón).
Cada modo engloba al anterior, no lo relega o menosprecia. Por eso, un marco de referencia sistémico puede servir de referencia a las acciones creativas puntuales, y unas coordenadas para la evolución humana pueden aprovechar mejor el potencial constructivo de una determinada rentabilidad. Dicho de otro modo, los objetivos de bienestar, propios de la sociedad en que vivimos no son incompatibles con los de ser más o más ser, aunque éstos correspondan a otra sociedad, más evolucionada, que aún no ha emergido.
Conclusión
Hacia una formación creativa humanizadora autoconsciente. Cuando tratamos de creatividad, se suele producir un error fundamental, que de tan evidente, pasa desapercibido. Y es perder de vista la posible evolución humana como variable teleológica de la creatividad misma. O sea, reconocer que, sin este para qué expreso, el estudio y la práctica de la creatividad-sin-más es un sinsentido, desde un punto de vista educativo, o incluso pudiera llegar a ser silenciosamente peligrosa.
La destacada profesora N. Álvarez Aguilar, de la Universidad de Camagüey (Cuba), solía decir que la Didáctica, o es en valores, o no es didáctica. Éste es el espíritu del mensaje que queremos transferir a lo que nos ocupa: O la creatividad es evolucionista, o puede considerársela como inferior, superficial, egocéntrica, vulgar, aunque sea excepcional, por sus resultados o por su resonancia.
El hecho que desde las ciencias de la educación, y concretamente desde la didáctica, el currículo, la innovación, etc. apenas se traten cuestiones esenciales o básicas para la formación humana, como el ego humano, la madurez personal y social, la conciencia humana, el autoconocimiento, la humanidad, la universalidad, etc., está contribuyendo a la validación de unas personalidades fragmentarias, superficiales, duales y egoístas, sobre las que una creatividad desligada de su proceso de interiorización puede culminar una educación desenfocada. Estas personas estarán muy preparadas para la vida, pero menos dotadas para hacer del proceso de evolución, que les transciende, algo siempre más humano.
Agustín de la Herrán Gascón es Profesor titular de Didáctica y Organización Escolar de la Facultad de Formación de Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid.