Autor: Luna Bolívar
Fecha de publicación en Neuronilla: 28 / 02 / 08
Su potencial es el talento, la creatividad y una fuente inagotable de buenas historias que contar. El cine alemán vive uno de sus mejores momentos, con buenas películas que cubren todos los géneros.
Del drama histórico al crudo día a día en los suburbios de Berlín. Del terror de un exorcismo al humor cargado de tristeza de los amores que se cruzan. Todo ello sin grandes efectos especiales, sin escenas especialmente violentas, sin espectaculares imágenes computarizadas. Todo ello construido gracias a ideas con fundamento, a guiones inteligentes, a un buen contingente de ironía y sobre todo a la grandeza interpretativa de unos actores que, sin ser estrellas y sin desprender el glamour de Hollywood, dan vida a un mundo paralelo.
La vida ajena es extremadamente dura
Das leben der Anderen (la vida de los otros, la vida ajena), es una de las películas que más halagos ha recaudado entre la crítica cinematográfica alemana en lo que va de año. Dirigida por Florian Henckel, Das leben der Anderen narra la existencia ciudadana bajo el control permanente de la policía secreta: de la Stasi en los tiempos del régimen comunista en la antigua la República Democrática Alemana.
«Nuestro objetivo era hacer una película que llegase al corazón, pero que los espectadores pudieran tomar en serio», dijo el director cuando la semana pasada se subió al escenario para recoger, entre otros, el premio a la mejor película otorgado por la Academia Cinematográfica Alemana.
Knallhart, que podría traducirse como «extremadamente duro», es otro de los filmes que sirven para demostrar el valor del nuevo cine alemán. En uno de esos barrios «conflictivos» de Berlín, un joven aprovecha su cara de niño bueno para meterse en diversos negocios ilegales sin despertar las sospechas de la policía. Más allá de la perspicacia del chico, la película muestra una realidad social que es knallhart, de la que se comienza a hablar en los medios de comunicación alemanes pero que aún queda muy lejos para la mayoría de los ciudadanos.
Un réquiem dividido en partículas
No hay sangre ni imágenes brutales. Requiem es una película de terror que se sustenta sobre un punto fundamental: Sandra Hüller, la actriz principal. El juego con la luz, las imágenes sobrias, los colores monocromáticos y los buenos actores dotan a esta película de una aprehensión psicológica que va más allá del mero miedo.
Las pantallas alemanas ofrecen atención también a Elementarteilchen, «partículas elementales», el componente más minúsculo de la materia que sirve de título para narrar la historia de dos hermanos, contrapuestos como el día y la noche, que buscan y encuentran a su particular modo el amor de su vida. El humor del drama es el secreto de Elementarteilchen.
Mucho cine, poco público
Pese al ímpetu creador del cine alemán, los espectadores, y los cines, siguen prefiriendo a Hollywood. Las películas alemanas pasan demasiado poco tiempo en cartel, de manera que alcanzan sólo a una minoría interesada y escapan a la gran mayoría. Tampoco la industria colabora, temerosa de que las cifran no demuestren rendimiento.
«Es la primera vez que hacemos una película político-social tan relevante y es la primera vez que tenemos tan poco público», dijo Detlev Buck, el director de Knallhart. Éstas no son películas para intelectuales, con humor al estilo Woody Allen, sólo hecho para los oídos y las disertaciones de algunos. Pero si la mentalidad no cambia y no se le da más valor a lo producido en casa, los grandes guiones seguirán pasando para gloria de los críticos y para pena de la multitud.