Un alumno me dijo una vez:
“Hay momentos en que me paro en silencio a contemplar mi trabajo, más allá del ruido, de la rutina, de la inercia y del estrés, y siento que navego por un mar circular enfrentándome a tormentas constantemente al borde del naufragio. Cuando vuelve a salir el sol solo tengo fuerzas para remendar las velas y esperar con desgana la próxima embestida sabiendo a ciencia cierta que los puertos que visito hace tiempo que son siempre los mismos”.