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Apostar por la creatividad – Juan Pastor

Autor: Juan Pastor Bustamante
Publicado en Neuronilla el: 11/04/2002

Vivimos un tiempo apasionante y contradictorio en el que cada vez se constata más un sentimiento paradójico que se expresaría como necesidad de riesgo y temor ante el error.

Aunque se percibe con mayor intensidad en empresas e instituciones, nadie en su vida cotidiana está ajeno a él.

En la actualidad estamos presenciando el cuestionamiento de ideas políticas, sociales, económicas y culturales que nos han guiado durante el siglo XX. El uso de las telecomunicaciones, la estructura empresarial, la investigación genética, la globalización, son hoy temas que han empezado a generar controversia y producirán transformaciones, posiblemente a todos los niveles.

La mentalidad occidental percibe la crisis como un estadío del que hay que huir lo más rápido e indemne posible; un momento en el que nos vemos abocados a sufrir cambios. Caos, desestructuración, desorientación y desesperación son los principales rasgos que lo definen. Esta asociación de cambio con sufrimiento, tan intrincada en nuestra mentalidad, conlleva que nos bloqueemos cuando aparece la más mínima variación para la que no tenemos respuestas preparadas. En otras culturas, especialmente en las orientales, la crisis es un momento de desequilibrio propicio para la reflexión; un momento a partir del cual se perciben múltiples posibilidades de construir o de destruir para volver a edificar.

Entre estas concepciones aparentemente opuestas existe un punto común: se reclaman, se demandan ideas novedosas y originales que nos permitan adaptarnos a la nueva realidad que se avecina. Una de las capacidades que define al ser humano es la de proyectar; es decir, dicho de una forma gráfica, lanzar la mente hacia el futuro: idear y prever espacios, conceptos, sonidos que todavía no son reales pero que tienen la posibilidad de serlo. Hacer de ese proyecto ideal algo real es labor de la capacidad creativa que todos poseemos.

La historia de la humanidad se ha construido gracias a las ideas, sin las cuales, podemos afirmar, no habría historia. Parece claro que el pensamiento creativo es un factor determinante en el grado de evolución de individuos y sociedades. Tanto las personas como los grupos, cuando se han visto excesivamente condicionados por el entorno, por el miedo hacia aquello que no podían controlar y el temor a perder lo poco o mucho que poseían, han decidido, no sólo renegar de su capacidad de producir ideas innovadoras, sino perseguir a todo aquel sospechoso de cultivarlas.

Por otro lado los grupos más evolucionados son los que asumen el riesgo que todo proyecto supone, los que confían en la responsabilidad de sus miembros y posibilitan el cambio en favor del bienestar general.

En este principio de milenio se comienza a valorar el papel de lo emocional. Parece que las emociones influyen y condicionan más de lo que se pensaba. Las empresas empiezan a demandar un elevado nivel de inteligencia emocional en sus empleados. La inteligencia ha pasado de ser fría y estática a sensible y dinámica. Es pues el momento de dar el mismo salto cualitativo en el campo de la creatividad. Será muy positivo empezar a motivar actitudes creativas en todos los ámbitos por encima de obsesionarnos en la búsqueda de grandes ideas que cambien el mundo. Es evidente que tenemos que aprender, reaprender y desaprender muchas cosas para construir la casa desde los cimientos. Asumir riesgos, encontrar posibilidades originales en lo cotidiano, cuestionar la realidad, aprender de los errores, ser flexibles ante el cambio y saber fluir ante los problemas son algunos rasgos que definen esta actitud creativa que empezará a ser cada vez más demandada.

Interiorizar estos rasgos y desarrollarlos parece el camino más apropiado para generar entornos creativos en los que todo el que lo desee pueda aportar ideas. Es un reto difícil, pero a la vez sencillo, tomar la decisión de Ser creativos.

Os invito a seguir estimulando, cultivando y aplicando vuestra capacidad de producir ideas nuevas y valiosas. Apostando por nuestra evolución creativa propia posiblemente consigamos mayor progreso y bienestar social.

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